jueves, 20 de agosto de 2009

Lo bueno dura poco...

Antes de volverme a Capital, pase por todo el horror de la despedida con Piru, de nuevo… ¡Qué garrón!

Otra vez a extrañarlo, otra vez todo. Nos íbamos a mantener en contacto, si, pero estos días que había pasado con él, me habían hecho pensar que tenía ganas de tener pareja. Al final, pasaba un fin de semana bueno cada muerte de obispo. Tenía ganas de sostener esa sensación durante más tiempo. Él no era el ideal como pareja pero… era lo que había. Igualmente, no. Estaríamos a la distancia, se que Piru es lo más pirata que existe, no... no da.

Un día lo llamé por teléfono. Me contó que el campeonato en el pueblo había terminado, que lo convocaron de un club a 500 km y se había ido allí por el verano.

En general, las personas que éramos del pueblo y estudiábamos, no necesitábamos trabajar en el verano para mantenernos. El verano eran vacaciones, puras vacaciones. Lo que nunca imaginé es que éste iba a armar equipaje y se iba a ir a otro lugar. Eso significaba, además, que pasaría mi “summer time” en compañía de mis amigas solteras, las pocas que quedaban. Justo ahora que quería tener novio. Aparte en el pueblo no había nadie que me gustara, nos conocíamos todos con todos y en Buenos Aires se complicaba conocer a alguien. En los boliches se consiguen transas, no novios.

Luego de la charla pasaron varios días. No sabía nada de él, ¿Dónde se metió?, No me quiere hablar, pensaba yo. Después le pregunté a Mauro y me tranquilicé. Él tampoco sabía nada. Usó la expresión “está re cortado”. Se me ocurrió que es buenísimo tenerlo a Mauro de amigo porque así me entero cosas de Piru.

Pasaron dos meses, ni Mauro ni yo sabíamos nada. A Piru se lo había tragado la tierra.

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