sábado, 12 de septiembre de 2009

Señales

No encontraba trabajo. Todos los días abría el maldito diario y nada. Mi tiempo se estaba acabando. Mi papá y mi hermano querían que me vuelva al pueblo y yo eso lo sentía como un retroceso.

Si bien, en ese momento no tenía ganas de atravesar ninguna situación sentimental porque terminaba de salir de una que apenas había entendido, sabía que el pueblo era una muerte en ese sentido. Los conocía a todos los que estaban acá. Los mejores ya estaban acomodados y los que no, eran la lacra que por piratas, jodían a las minas como yo.

Me angustiaba el tema de volverme también por el trabajo. No conseguía trabajo en Mardel, menos en el pueblo.

Mis chicas marplatenses no querían que volviera, las de capital estaban divididas.

Le pregunté a Piru que hacer y él me decía que lo pensara, que lo veía como un retroceso pero que por ahí podría llegar a ser bueno.

Empecé a prestar atención a ciertas cosas que me pasaban alrededor. Un día en una cena con las chicas, dos pibes se pusieron a discutir. El tema era si un buen Currículum prevalecía a un buen contacto. Llegaron a la conclusión de que si. Yo tenía contactos en el pueblo más no en La feliz. Lo tomé como una señal.

Después de eso, el repartidor del diario no me lo trajo por 4 días. Fui a reclamar y se había confundido. Otra señal.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Explicaciones van, explicaciones vienen

El lunes, Piru estaba fuera de Mardel. Me conecté en el Messenger y me saludó. Por mi parte le conté de mis intenciones de verlo el fin de semana pero que no lo había querido poner en situación.

Me respondió que era una tonta, que había estado muy al pedo y que podía haber pasado por casa.

También me aclaró que todo el tiempo que estuvo sin hablarme había sido por respeto a Mauro, Yo le expliqué que a mi no me gustó la determinación de su amigo pero que, en el momento, no me quedó más opción que responder a su ultimátum.

Con el correr de los días, habíamos entrado en confianza de nuevo. Nos habíamos pasado los números de celular otra vez y hablábamos por teléfono. Sentía que el tiempo había retrocedido tres años, estaba super feliz.

Entre las cosas que me contó fue que a él le había dolido mucho verme con Mauro, que yo no me daba idea de cuánto. Hasta que me hizo la pregunta más temida ¿Vos volverías a estar conmigo?, les juro que no me daban las manos para escribir en el teclado.

Le contesté que si yo pensaba en lo bien que la habíamos pasado juntos, la respuesta era un si rotundo. Pero le aclaré que me daba miedo perderlo de nuevo.

Él me contó que había consultado la situación con unos amigos que eran del lugar donde estaba viviendo (o sea que a Mauro no lo conocían).

Fue muy gracioso porque me dijo “los chicos me dijeron está con la mina, total… tu amigo te la robó primero”.

En ese instante, analicé la simplicidad del pensamiento masculino. Yo meditaba en los pros, contras y consecuencias de volver a estar con Piru. Ellos la arreglaron así de fácil.

En conclusión, dijimos que cuando llegue el momento de vernos, íbamos a decidirlo.

Recuperar el tiempo perdido

Es increíble cómo me olvidé de Mauro. Al mes de cortar la relación, la historia parecía tan lejana que me costaba creer que había estado enamorada de un tipo así.

En cambio, había una persona de la que no me había olvidado nunca, Piru.

Comencé a pensar que esa regla estúpida de que no hable más con él era de Mauro y que ya esas normas no correspondían con mi vida. A la vez, se me ocurría que Piru debería estar super enojado, después de casi dos años sin hablarle… no sabía que hacer.

Tampoco quería que pensara que le iba a hablar para sacarle información de Mauro. Eso no me interesaba ni ahí.

Por suerte, mi amiga Naty tenía su correo, se habían conocido en el pueblo cuando yo estaba con él.

Antes de pedirle el correo de Piru, le pedí su consejo. Naty me dijo que para ella no debería hablarle. La desobedecí.

Tomé coraje y le pedí autorización en el Messenger. A la noche lo vi conectado pero no le hablé, no podía…Igualmente pensé, es un paso más, al menos me autorizó.

Al día siguiente, otra vez lo veo on line a la mañana, tipo 9. Se me ocurrió que estaría en el trabajo. Dije, fue… lo saludo.

Hola Piru, cómo andás? le escribí

Tardó una milésima de segundo en contestarme. Me dijo que estaba bien, que se había enterado lo de Mauro y me preguntó cómo estaba. Casi me muero de la emoción! Había mucho por hablar.

Le contesté que bien, que Mauro ya no me importaba

Me dijo que estaba justo en Mar del Plata y mi intención fue invitarlo a casa pero no lo hice. Lo iba a poner en situación porque seguramente el tarado de Mauro iba a estar con él todo el día, Me quedé con ganas de verlo todo el fin de semana.

martes, 1 de septiembre de 2009

Mi click

No me podía relajar, pensaba en Mauro todo el tiempo. Por odio o por amor. El 14 de agosto de 2008 pasaron dos cosas importantes.

La primera fue que me sentía particularmente mal. Era el aniversario de la muerte de mamá, había pensado mucho en ella porque siempre creí que se había ido tranquila porque me dejó en las buenas manos de Mauro. Pobre, ella seguramente también se decepcionó.

La segunda fue que hubo algo que hizo que llame a mi último ex. Marqué el discado rápido, aún teníamos el corporativo así que halaríamos gratis. Me preguntó como estaba, le dije que bien. Les anticipo que en ningún momento de la charla se percató de que era al aniversario de mamá. Error.

Me volvió a repetir la historia de la cartera, el cajero y la lamparita pero esta vez, con un convencimiento en su voz increíble.

Supongo, que no quería reconocer que había estado tres años y medio de novia con un idiota que no sabe valorar lo que tiene al lado y ni los cambios que yo había hecho por él.

Sus palabras fueron, en parte, un alivio. Caí, la cabeza me hizo click. Mauro era oficialmente un pelotudo y lo peor era que estaba orgulloso de serlo. En la conversación se encargó de mostrarme todo lo que yo nunca iba a extrañar.

Cortamos la comunicación y me sentí libre, y otro loser estaba fuera de mi vida.

Las salvadoras

Había tomado una decisión. Me iba a quedar en Mardel a pesar de todo. No quería volverme al pueblo, ahí no había salida.

Compraba el diario todos los días y no salía nada. Mi papá y mi hermano me presionaban para que vuelva, y era lógico, no tenía trabajo, ni novio ni amigos, sumado a que era un gastadero de plata.

Contacté a mi amiga que se había ido a España por mail y le pedí el teléfono de otra que estaba en La Feliz para salir. No la conocía mucho, sólo había salido una vez con ella y su grupo.

Nadia me atendió y me contó los planes para la noche. Fui, dentro de todo, me divertí.

A partir de ese momento, cuatro personas, prácticamente desconocidas, se habían convertido en lo más importante de Mar del Plata para mí. Me escucharon, me consolaron. En esos días tenía sentimientos encontrados. Odiaba a Mauro por haber terminado la relación por boludeces y, además, por haberlo hecho en el peor momento de mi vida, sola, sin trabajo, sin nada. Por otro lo extrañaba. Mi cama era gigantesca.

Tenía a las chicas y ellas me ayudaron en todo. Salimos mucho de noche, tomamos y nos divertimos. Siempre las voy a llevar en mi corazón. Éste post es para ustedes.

Soldado que huye…

Yo prácticamente no hablé. Estaba tan triste que no le pude decir nada. Al otro día me tomé un micro y me vine al pueblo. Necesitaba alejarme de todo Mar del Plata. Estuve 10 días acá. La noche anterior a volverme lo llamé a Mauro. Le dije que llegaba al otro día y que quería hablar con él.

Llegué a Mar del Plata y lo primero que encontré debajo de la puerta fue mi pasaporte. Terrible patada.

Nos juntamos en un café de la costa. Era mi turno de decir las cosas. Empecé a explicarle que el hecho de que él me cambiara las lamparitas de luz no era una dependencia. Simplemente, yo medía un metro y medio y él dos.

Además le aclaré que con respecto a dejar la cartera arriba de la mesa, lo hacía simplemente porque en mi departamento yo pagaba el alquiler, no él, que el día que vivamos juntos tendría que cambiar si a él le molestaba.

Si me acompañaba al cajero era por un tema de seguridad. Claro, como el señor no leía un diario, jamás se enteraba de las cosas que sucedían. Añadí que, de última, acompañarse no tenía nada de malo en una pareja.

Sobre eso de que yo no tenía iniciativa, le dije que tampoco entendía ese concepto cuando venía de alguien que trabajaba en la empresa de su hermano por 400 pesos al mes cuando en cualquiera de los laburos que yo había hecho ganaba más que él.

Recuerdo que le pregunté desde cuando tenía pensado cortar la relación y él me dijo que su cabeza había hecho un click el día que leyó el artículo de la revista.

Mauro no sabía bien qué decirme. Refuté todos sus puntos y la típica actitud de alguien que no sabe discutir es encerrarse en su posición. Así lo hizo.

Le expliqué que de seguir con ese pensamiento los problemas no los iba a tener sólo conmigo, sino con todas las novias que tuviera. “No estoy pensando en rehacer mi vida, me dijo”.

El último punto fue el de los hijos. Le comenté que, seguramente, él no pensaba en tener una familia porque nunca había tenido una. Le dije “Vos nos sos culpable de tener una familia de mierda, pero sí tenés culpa de no querer cambiar esa situación”.

Crónica de un fin ¿anunciado?

Sábado 19 de julio

A la medianoche, era el día del amigo. Llamé a mis amigas de Capital, les conté que no me habían renovado el contrato en el trabajo y que había estado un mes laburando en una empresa de telefonía celular. Hasta que los promotores estafaron gente y los clientes presentaron la denuncia. El allanamiento era inminente, así que me fui. Otra vez, sin nada…

Además, les comenté que me iba a Disney con Mauro y sus hermanos. Tenía compradas las entradas a todos los parques pero necesitaba trabajo urgente para ahorrar para el viaje.

Un mes antes papá me visitó. En una charla que tuvieron con Mauro, le dijo que probablemente nos vayamos a vivir juntos a un departamento horrible de la Rata. Así que también les conté eso. Recuerdo que mi amiga Delfi me dijo. “Mariana, pensálo bien, no es fácil la convivencia. Después, me di cuenta que sus palabras fueron premonitorias.


Domingo 20 de julio

La pasamos juntos con parejas amigas en casa, super bien. Cenamos y nos matamos de risa. Mauro durmió en casa, como todos los domingos.

Lunes 21 de julio

A la mañana, Mauro se fue a trabajar. Por la noche me llamó y me dijo que había leído en la revista “Viva” un artículo de mujeres que no quieren tener hijos y que se había sentido muy identificado.

No estaba en condiciones de discutir el tema. Yo no quería tener hijos en ese momento así que le respondí con poco interés. Hablamos dos boludeces más y nos acostamos a dormir.


Martes 22 de julio

Fui a verlo jugar al basket, un perro como siempre. Cuando me llevaba a mi casa mencionó algo del artículo. Le respondí que no quería hablar de eso porque estaba entrando en el primer aniversario de la muerte de mi mamá. Me dijo que tenía razón, que lo perdonara, que era un colgado con las fechas.


Miércoles 23 de julio

No nos vimos en todo el día. A la noche me llamó e insistió con el artículo. Me dijo “¿Qué vamos a hacer? Somos muy diferentes.”. En ese momento empecé a caer, le respondí “¿diferentes en qué? Capaz que el día de mañana yo no quiero tener hijos o vos cambiás de opinión., pueden pasar tantas cosas…”

Él insistía e inistía, hasta que me di cuenta que el corte de relación era inminente. Le contesté que esto no era para hablarlo por teléfono. Me respondió que tenía razón que duerma tranquila, que hablábamos al otro día. ¿Falta aclararles que no pegué un ojo en toda la noche?


Jueves 24 de julio

Me la pasé llorando todo el día. ¿Qué voy a hacer acá? No tengo trabajo, ni amigas y casi ni novio pensé durante todo ese día.

Apareció a las 18. Me dijo que nuestras diferencias no sólo radicaban en el futuro. Que él muchas veces me había repetido que yo dejaba la cartera arriba de la mesa y eso le molestaba. Que no se bancaba más que yo dependiera de él para ir al cajero automático a sacar plata y también para que me cambie las lamparitas cuando se quemaban. También me recriminó que nunca había ayudado a la chica que venía a limpiar para ahorrarme dos pesos. Mauro se había cansado de esos terribles defectos míos. Yo lloré todo el tiempo.